El embrujo de Amancio Prada


Jueves, 24 de Agosto de 1995                                                   EL FARO Astorgano


Más de 2.000 personas escucharon a pie firme en la Catedral el “Cántico Espiritual”
El embrujo de Amancio Prada
El berciano Amancio Prada volvió, una vez más, a encandilar con su música al público asistente al concierto del pasado lunes por la tarde en la Catedral astorgana. Más de 2000 personas se dieron cita en el templo para escuchar algunas de las canciones de siempre de Amancio Prada junto a una de las últimas incorporaciones a su repertorio: el “Cántico Espiritual” de San Juan de la Cruz.
Algunos de los asistentes al concierto habían llegado a la Catedral hasta con una hora de antelación intentando coger un buen sitio ante la más que previsible avalancha de público que se registraría. Prada agradeció al inicio del recital tanto al Ayuntamiento su inclusión en las fiestas como al Cabildo de la Catedral por haberle permitido el privilegio de interpretar este concierto en un escenario tan singular y tan apropiado para el “Cántico Espiritual”.
Amancio Prada, acompañado por un violoncellista y por su inseparable guitarra, dividió el concierto en tres tramos. En el primero cantó varias cantigas galaico-portuguesas, pertenecientes a lo más clásico de su repertorio. El núcleo del concierto quedó par ala incorporación de los textos místicos de San Juan de la Cruz. Presentados en nueve movimientos como canciones separadas, aunque interpretadas de manera consecutiva, sin cortes ni aplausos, fueron la novedad del recital.
La tercera parte volvió a recoger temas clásicos del repertorio de Amancio Prada como son las canciones que dan música a los textos de Rosalía de Castro. Tres canciones agrupadas que finalizaban con el inevitable “Adiós ríos, adiós fontes”, iban a ser la guirnalda de este concierto que tuvo que prolongarse a instancias del público con un bis que, interpretando un romance medieval musicado por Joaquín Díaz, se hizo con una zanfona, instrumento medieval de dos cuerdas.
Las casi dos horas que duró el concierto dejaron plenamente satisfecho a un público que abarrotó la Catedral aguantando, en su mayor parte la incomodidad de no poder ver al protagonista, e incluso permaneciendo de pie. La sonorización dispuesta para el concierto, bastante bien resuelta, permitió paliar en cierta medida la precariedad de condiciones en que la gran mayoría de los asistentes tuvieron que seguir al músico berciano.